Según la psiquiatra Eva Gálvez, profesora en la Universidad Complutense de Madrid, cuanto más griten los padres tanto más aumentarán los síntomas del
estrés. Cuanto más gritemos, peor será la salud física de
los niños, mayores serán los problemas de conducta de nuestros
hijos, más problemas sociales tendrán nuestros hijos. Y, mayor será la tendencia de nuestros
hijos a presentar falta de concentración para hacer los deberes”.
Ningún niño proveniente de un hogar donde se grita presenta toda esta
sintomatología en forma simultánea; “la vulnerabilidad individual de
cada niño determinará las áreas de funcionamiento que podrán verse
afectadas", nos explica.
Los gritos nunca deberían utilizarse como un recurso educativo.
Solamente son excusables, cuando los utilizamos por instinto ante un
peligro como si el niño va corriendo por la acera en dirección al paso
de cebra y no se para.
Es verdad que la labor de los padres es
agotadora en ocasiones para conseguir que obedezcan, pero depende de la
constancia y no de los gritos, el que lo consigamos de forma correcta.
Si podéis, leed el artículo completo a través del enlace, la verdad es que merece la pena.
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